quinta-feira, 2 de abril de 2009

Chavela Vargas


Mercedes Sosa dijo en un escenario: "Si alguien pasa por México, que ponga una rosa de mi parte en la tumba de Chavela Vargas". Y es que todo el mundo creía que Chavela estaba muerta. Muerta en vida, ahogándose en tequila, sin voz, y tan pobre, que vivía en un cuartico en Aguatepec, a una hora de Ciudad de México, en la casa de quien décadas atrás había sido su empleada doméstica.
Atrás habían quedado sus míticos escándalos con José Alfredo Jiménez y Jorge Negrete, cuando iba, pistola en mano y a caballo, por plena Avenida de Insurgentes en Ciudad de México. Cuando se saltaba la tapia de la casa presidencial a medianoche, para echarse unos traguitos con el presidente.
Fue la primera mujer en ponerse pantalones y en declarar públicamente que no le gustaban los hombres. Se enamoró de Grace Kelly cuando ésta aún no se había casado con Rainiero, por las épocas en que Chavela hizo su aparición en Hollywood en los años cincuenta. Se enamoró también de la princesa Soraya, tras una cena en Teherán en el Palacio del Sha.
Vivió en casa de Diego Rivera y Frida Kahlo, antes de la muerte de Frida en el 54. Estuvo en Cuba con el poeta Nicolás Guillen, y allí nacieron los ya emblemáticos versos de "Ponme la mano aquí, Macorina", que luego volvería canción Alfonso Camín, y que uno escucha sin saber si la mano va a empuñar un fusil, una guitarra, o agarrar un pedazo de caliente anatomía. Así la escuchaban los guerrilleros centroamericanos metidos en el monte en los años sesenta, cuando todo era distinto, cuando las cosas aún no habían perdido el sentido y todavía existía la esperanza de lo distinto.
Cómo sería el guayabo de aquella mañana de noviembre que Chavela decidió que ya estaba bien de beber. Unos meses más tarde, logró un pequeño contrato para volver a cantar en un bar restaurante de moda en el D. F. llamado "El hábito". Allí la fue a ver el editor español Manuel Arroyo en el verano del 92. Él cuenta su parte de la historia: En las mesas los clientes estaban todos borrachos. Gritaban cuando Chavela cantaba, comían y hacían ruido, aquello era un espectáculo triste. Arroyo le pedía sin cesar, entre canción y canción, que cantara Las ciudades. Y Chavela pensaba: ¿Quién será este huerito de la chingada?. ¡¡¡Las zzziudades, Chavela, las zzziudades!!!, volvía a pedir el huero gachupín. Ella no la cantó. Entonces, en un descanso, Arroyo se le metió al camerino y, entequilado como la ocasión merecía, se hincó de rodillas y le dijo: Chavela, vente a España. Vente que allá sí te quieren.
Ella, claro, no le creyó. Pero el editor cumplió su promesa, y aunque jamás había tenido contactos en un mundo que no fuera el de los libros, movió cielo y tierra en España y logró un concierto para Chavela en el Teatro Lope de Vega de Sevilla. Logró que Iberia pusiera los pasajes. Logró que la mítica residencia de estudiantes, donde habían vivido Lorca y Dalí en los años veinte, la alojara durante lo que vino a ser una de sus muchas estancias en Madrid.
El autor de cine español Pedro Almodóvar no se lo podía creer. Él, que adoraba a Chavela, que junto con Bola de Nieve y Edith Piaf la consideraba una de las tres voces dramáticas del siglo veinte, no había podido encontrarla cuando quiso grabar "Piensa en mí", el tema de su película Tacones Lejanos. Por eso le pidió a Luz Casal que la cantara. Ahora tenía a Chavela delante de sus ojos. ¿Se acordaría la gente de Chavela? Al fin y al cabo, habían pasado veinte años desde que, bajo el negro ocaso de la dictadura franquista, la gente escuchaba a escondidas las canciones de Chavela, prohibidas por el régimen. Llegaron a Sevilla al atardecer, y su cielo irrepetible, azul lleno de luz hasta la última hora, azul metiéndose por entre el perfil dentado de la Torre de la Giralda, por entre la cúpula de la Catedral y la iglesia de San Clemente, les dio la primera bienvenida.
A las ocho de la noche en punto, el teatro se iba a reventar. Chavela siempre canta acompañada de dos solitarias guitarras. Vestidos ellos todo de negro, la flanquean discretamente en las dos puntas del escenario en penumbra. Apenas si se ven. Así salió aquella noche de octubre del 92 al escenario desnudo, con su pelo completamente blanco, con su huipil negro y rojo, con su intensa mirada de culebra, y abrió los brazos como un Cristo. Entonces todo parecía otra cosa.
Y Chavela, la menudita Chavela, sacó un ronco vozarrón imposible para una mujer de setenta años, un vozarrón hondo y cuarteado por la vida, sabio y ebrio de vida. Chavela los miraba. Y cuando agarró de nuevo el micrófono se hizo el silencio. Entonces ella dijo: Gracias, amigos. Gracias por estar todavía aquí. Porque..,, ¿qué amante espera veinte años?

Yo soy una de esas gentes que prefiere amar a que la amen. Pero uno tiene que dar las gracias porque lo quieran. Ay, qué difícil es el amor. Es más fácil que a uno lo dejen que tener que dejar a alguien. Yo he llorado más por tener que alejarme. Para mí, un hombre que llore es muy valiente. Y una mujer para llorar tiene que ser muy mujer. Lloramos porque nos arden los ojos, por el humo del cigarro, o quizás por el rimmel, pero nadie sabe cuándo una mujer llora de a verdad. Son de otro color las lágrimas. Es un collar de lágrimas, de lágrimas blancas, lo que echas pa' fuera.

El mundo volvía a acordarse de su Chavela. Volvía a emborracharse con su voz descomunal. Ella los acompañaba con una lejana sonrisa de medio lado y un vasito de coca-cola entre las manos.

¿Adiós? Noo, nunca se dice adiós. Se dice: Te amo.

texto daqui:
http://www.lablaa.org/blaavirtual/biografias/chavela.htm

3 comentários:

Claudia Sousa Dias disse...

e porque é que o amor deixa sempre uma ferida semelhante aquelas que provocam a morte na arena?

csd

Marta disse...

nunca te poderei agradecer este caminho!
Gostei
TANTO
TUDO
ÍSSIMO.

...porque há músicas que nos riscam a pele com fósforos
...porque há palavras que se acendem como estrelas!

Eduardo Baltar Soares disse...

Clara, Bem-vinda ao meu blog. Não sei bem como a (te) tratar. Vou usar as duas maneiras, risca (risque) a que nao interessa.
a pergunta assusta-me: sempre, amor, morte e feridas na mesma frase é forte. A mim faz-me lembrar um bocadinho do David Mourão-Ferreira: "Importa amar, sem ver a quem / ser infeliz todos os dias"